Llueve
Mientras observamos como el coche se empapa, la calle se inunda y ese nuevo árbol se balancea, tu mano se acerca a mi mano, encajamos nuestras cinturas y en mi pecho apoyas tu cabeza. ¿Cuánto tiempo hacía que no adoptábamos esa postura tan, tan cómoda?
Y el cielo se sigue desplomando, llenando el suelo de blancas bolitas que pintan una fría alfombra que se escurre con el agua. Tras una puerta de cristal nos ataca la tormenta, formando incluso una espontánea cascada, pero qué suerte tengo, pues por casi primera vez me resguardas de la tempestad, y lo mejor es que así lo he sentido. Protegida a tu vera.
Asomas la cabeza por mi hombro, y es que te has alojado en mi espalda mientras me rodeas con los brazos. Ojalá se parase el tiempo, que la lluvia arreciase para siempre y la sensación de protección y seguridad que obtengo cada vez que te acoplas a mí se eternizara. No pares nunca de abrazarme.
Me voy a mojar, lo sé, de hecho me estoy mojando, pero gracias, agradezco esta tormenta primaveral por permitirme (re)encontrar(te) en este rincón de ciudad, formando un pedacito de paraíso indeleble, que la lluvia jamás será capaz de arrastrar hasta las profundidades del olvido.
0 comentarios