Cómo explicar...
Hace mucho, demasiado tiempo que no me siento a plasmar todo aquello que navega a la deriva en mi corazón. Se me olvidó recurrir a mis clásicas figuras literarias para expresar aquello que con palabras llanas se vuelve más fácil decir. Ya no recuerdo lo que era escribir por puro placer, porque la musa viniese a visitarme por sorpresa, para desahogarme cuando las cosas pintaban algo negras.
Y estoy en un nuevo habitáculo, entre cuatro paredes blancas, sobre una mesa de madera clara, escuchando esa londinense que tanto me gusta. Sin trabajo que hacer me entretengo pensando, imaginando un porvenir que se me antoja demasiado inmediato, y que por supuesto no quiero que llegue. Miedo, miedo me da…
Pero seguiré haciendo oídos sordos a tal realidad, como siempre, construyéndome esa especie de fortaleza frágil a los golpes directos, en la que se puede vivir medianamente tranquila. Inútilmente tranquila.
Ha llegado un punto que ya no me importa, que me da igual porqué la felicidad llamó a mi puerta tiempo ha, y se quedó en un rinconcito, pequeño pero inamovible, completamente indeleble. Ha llegado el punto en el que ya no sé cómo explicar lo que siento…
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