Miedos
Como enfrentarse al fantasma más gigantesco y draconiano de todos… como vislumbrar una puerta y querer correr en dirección contraria… como estar en una sala y de repente sentir una asfixia incomprensible en el pecho… como sentir que cada músculo del cuerpo se tensa, se tensa y no cede… como respirar en una burbuja que no transpira… como querer dar una explicación sin saberse explicar…
Y salgo de casa y me ahogo, me oprimen un millón de voces en mi cabeza, y solo tengo ganas de correr, de huir hacia atrás. Pero no, toca ser valiente y seguir hacia delante, llegar y abrir esa puerta que alberga mi miedo. Consigo llegar ansiosamente, temblando de pies a cabeza, pero respiro una, dos, tres, ochocientas cincuenta-y-dos veces… Y me pongo a trastear entre ropas, atrezzo y demás, intentando distraer la mente. Nerviosa, salgo airosa, respirando entre bambalinas cada dos por tres, perdiéndome entre la oscuridad tras el telón.
La tensión me acuchilla la espalda, y sé que me durará días aún, pues es demasiada tensión para un solo cuerpo, pero consigo sonreír, logro abstraerme y disfrutar en muy pequeña dosis del trabajo. Salgo con una sonrisa doble… por sentirme útil, y por haber sobrevivido a esta lucha. Sé que queda mucho aún por batallar, y que en cualquier momento puedo (re)caerme… pues sigue habiendo un hematoma en mi pecho… y hoy lo he (re)descubierto…
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