Bienvenue a Le Moulin Rouge
Hoy dormí bajo el Moulin Rouge y la pirámide del Louvre… No sé que habré soñado; misterios del subconsciente mezclado con la falta de memoria a corto plazo… Y en la vigilia, ¡oh que vigilia! ¿Puede haber un día más hermosamente hermoso? Un mediodía entre fogones con abrazos apretados y besos esquivos… Una siesta sobre las sábanas respirándote en ese hueco en la espalda que ya he hecho mío y escuchándote(me) el latir del corazón apresurado, agarrándote de la mano para no perderme entre las ensoñaciones del éxtasi más puro… Una paliza virtual con los muñequitos de una consola tremendamente caduca, riendo(nos) al escuchar el antiguo apelativo de Rusia y muriendo(nos) con aquellos dos pequeños italianos fontaneros… Un paseo en el parque, abrazadas y pinchadas en el césped, observando absortas el ir y venir de niños y perros, prediciendo las inclinaciones de un tal Oliver… Y luego cena, fuera de nuestra ciudad, en un local de nombre embrujadamente vasco, con una pechuga entre panes, y la telenovela venezolana en plan despedida lacrimal al lado… Otro paseo, rodeadas de oscuridad amarillenta, con música chill out de fondo en una terraza semicerrada mientras quemamos el tiempo a abrazos y besos a las puertas de una iglesia… Y vuelta a casa, al lugar donde todo comenzó, con un beso manchado de sabor a metal y un descontrol ganado a pulso… y humedad, calor, cristales empañados, abrazo, beso, caricia, y más… porqué si, porqué hoy era el día de descontrolarse a medias, y crear nuestro propio molino rojo en un rincón de esta ciudad, de entrada exclusivamente privada, en el silencio de la noche… Y se termina, se acaba este precioso día a tu lado… Como siempre, en el mismo lugar, nuestro ritual, una despedida y susurros en el oído, y una mancha de sentimentalismo arromanticado, porqué es inevitablemente insalvable… Romanticismo rojo… Un molino de sentimientos… Bienvenue a notre Moulin Rouge…
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