Seguimos viajando...
Despues de un año de inspiraciones varias de mis musas particulares, seguimos viajando a través de relatos y relatos, verdades teñidas de fantasías y fantasías teñidas de verdad, todo para complacer ese ansía que tenemos de satisfacer a la lector y lector apasianad@ que llevamos dentro... Así pues, después de un año, y para celebrarlo, dejaré aparcados los relatos cortos y compartiré con todo aquel que me quiera dedicar una pequeña porción de su valuoso tiempo, una pequeña-larga historia, escrita desde lo más profundo de mí...
Ese Sueño
1. La Despedida
Era una mañana fría de otoño. La casa aun estaba en silencio y la pequeña Lena no paraba de moverse en su cama. Pasó una noche bastante movida ya que no hubo manera de que se durmiera; en unas horas iría a un nuevo colegio y la idea la tenía en un estado nervioso extremo. Todo empezó cuando sus padres decidieron cambiarse de ciudad. Era por cuestiones de trabajo, pero no tuvieron demasiado en cuenta los problemas que le estaban causando a la pequeña. Ella vivía felizmente con sus 15 años de edad, rodeada de amigos, con las personas que quería, pero todo cambió la noche en que sus padres empezaron a preparar el traslado. Todo dio un giro para la pequeña Lena, se volvió tímida, callada, su sonrisa se apago como una llama al viento, sus dientes quedaron escondidos detrás de sus rojizos labios, todo en ella se volvió mas oscuro, pero sus padres no se percataron de lo ocurrido.
Así que allí estaba ella, en su cama, mirando en la infinidad del techo, con un punto imaginario en su vista, en la oscuridad de su pequeño santuario, donde pasaba las horas lamentándose por estar ahí en lugar de estar con sus amigos, disfrutando de las tardes con ellos en el parque de la ciudad, persiguiéndose entre ellos en un frenético intento de pasarse el frío, lastimando su pobre corazón con reproches hacia su persona. Pero ya estaba todo hecho, sus padres ya estaban instalados y se encontraba allí, sola, entre las sombras, con los nervios por empezar una nueva vida lejos de donde verdaderamente estaba la suya. Y ya que no podía dormir decidió leer el pequeño escrito de una de sus mejores amigas que le entregó antes de su partida.
“Querida Lena: ya sabes que eres muy importante para mi, te he querido desde el primer momento en que nos encontramos en aquella clase de parvulario ¿recuerdas?, con todos aquellos niños llorando y las madres intentando consolarles. Y fue verte, me caíste en gracia amiga, fue algo extraño, pero desde entonces no me pude separar de ti, y ahora tu te vas… me entristece tanto esto, no se como lo haré, pero quiero que seas feliz ¿vale pelirroja? Ya se que no he sido de lo mejor que ha pasado por tu vida, que nos hemos peleado cantidad de veces, que no te he dicho demasiado todo lo que te quiero y te necesito, pero mas vale tarde que nunca ¿no? Así que en el día de hoy, Elena, quiero decirte que te voy a extrañar mucho, que te escribiré siempre que pueda, y tal vez, vaya a visitarte. Cuídate mucho, mucho y no te olvides de mí por favor. Te quiere: tu amiga Nadenka”
Lena no pudo ocultar la tristeza que sentía por dentro. Sus ojos se nublaron al sostener ese pedazo de papel, tan insignificante para cualquiera, pero que para ella era el mayor de los tesoros. Nadenka lo había sido todo para ella; la primera niña con la que se ajuntó en el colegio, con la que compartió sus secretos, la que la consolaba cuando se sentía mal, con la que pasaba la gran parte de sus días, pero ahora la había dejado, había abandonado esa vida de cuento de hadas para vivir una alejada de ella, con la incertidumbre de no saber si algún día volvería a verla. Entonces fue cuando todo le estalló, ya no aguantaba más y se echó a llorar. Lloró y lloró hasta que le dolían demasiado los ojos como para seguir.
Así le pasaron las pocas horas que le quedaban para ir al nuevo colegio. Se despejó lo mejor que pudo cuando el despertador empezó a sonar, se lavó la cara procurando que se le bajara la hinchazón de los ojos, que estaban de lo mas rojizo, y se dispuso a desayunar con sus padres.
-Buenos días Elena. Que, ¿preparada para ir al colegio?- le saludó su padre cuando se sentaba en la mesa.
Pero ella no contestó, estaba con la cabeza gacha y comiendo a bocaditos la tostada que su madre le había preparado.
-Venga Elena, ¡anímate mujer! Ya verás como el colegio te va a gustar y pronto harás un montón de amigos nuevos. Y apresúrate que no llegues tarde, ¿vale cariño?- añadió su madre.
Lena solo pudo asentir con la cabeza. Estaba muy triste, desanimada, y lo que menos quería era ir a un colegio donde no conocía a nadie, solo quería quedarse en su habitación, viviendo de sus recuerdos para siempre e intentar deslibrarse de ese mundo en el que vivía. Acabó el desayuno tan desanimada como lo había comenzado, se dirigió hacia su habitación, se miró al espejo y ahí vio a una pequeña pelirroja, los ojos de la cual eran de un azul grisáceo, pero que estaban medio enrojecidos aun, su sonrisa apenas se distinguía, sus pecas ya no resaltaban como años atrás, todo en su rostro había oscurecido, una sombra le tapaba las facciones. Quería quedarse ahí, contemplando ese reflejo difuso de lo que un día fue, pero no pudo ser, cuando quiso darse cuenta estaba sentada en el coche camino del colegio.
-Venga Lena, alegra esa carita tan bonita que tienes ¿si?- le dijo su padre cuando ya estaban parando delante del nuevo colegio- y no te preocupes, que todo saldrá bien. Va, una sonrisita para tu papá…
Lena consiguió esbozar una leve sonrisa, la suficiente como para que su padre quedara medianamente satisfecho. Pero por dentro solo tenía ganas de huir, de desaparecer, de volver con Nadenka y el resto de sus amigos.
Y así, como un espíritu errante, la pequeña pelirroja entró al edificio, se dirigió hacia su clase y se sentó en un rincón cercano a la ventana, y se pasó toda la mañana contemplando el volar de los pájaros, soñando que era uno de ellos, imaginando que era libre para irse donde quisiera, sin que nada ni nadie la retuviera y con esas imaginaciones, sin prestar atención a nada, el dulce sonido del timbre de salida la traía de nuevo a la tierra para hacerle ver que la mañana se había terminado.
La pequeña salió de la clase lo mas sigilosamente que pudo y se dirigió con paso indeciso hasta la salida, sin darse cuenta que alguien había estado observándola desde que entró en el edificio de buena mañana.
Una vez en el exterior, Lena se dispuso a volver a casa, dio un último vistazo a ese edificio que sería como una cárcel durante algún tiempo y entre la multitud que salía pudo distinguir, por una décima de segundo, dos pequeños puntos azules que la miraban. Sin prestar más atención, siguió con su solitario camino hacia sus recuerdos.
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