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Porque a veces las cosas no salen como una quiere....

Porque a veces las cosas no salen como una quiere....

El último beso

En una tarde cualquiera de primavera sucedió que dos adolescentes se encontraron en una ciudad bañada por la sombra de los numerosos edificios. Todo parecía amistad entre ellas: un beso en la mejilla a forma de saludo, un qué tal estas, sonrisas, comentarios, ningún detalle que pudiera hacer pensar que algo más existía entre ambas. Pero inconscientemente les envolvía cierta impaciencia, cierta prisa para llegar allí dónde sus pasos las conducían. El gentío era considerable en las calles, pues era una tarde de primavera agradable a fin de cuentas: el sol brillaba con una luz especial, ninguna brisa movía las tiernas hojas de los árboles y las pocas nubes en el cielo invitaban a darse un paseo por la ciudad. Así pues, caminando apresuradamente entre el gentío, las chicas se encontraban más cercanas a su destinación: la casa de una de ellas. Las sonrisas de satisfacción no tardaron en aparecer sobre su rostro, pues faltaban unos segundos para dejar el mundo fóbico e hipócrita atrás, detrás de la puerta que las separaba de la realidad. Únicamente cuando se ocultaban del mundo tras esa puerta, eran libres para ser, para existir en su verdadero yo, en su verdadero nosotras. El sofá de la habitación fue el espectador pasivo a ese reencuentro, a ese infinito y placentero beso que ponía fin a la espera, a la angustia, a la mentira. Agarradas la una a la otra, para no caer al abismo de la intolerancia, rezando para que los segundos se alargaran una eternidad, dos mujeres se encontraban alejadas de todo y todos para darse lo que la distancia les robaba día a día. Así transcurrió esa aparentemente tranquila tarde.

Pero con la despedida vino el final, pues el error estaba cercano. La noche llegaba, y con ella el desenfreno, el alcohol, la música reventando los sentidos, el gran error. Todo parecía ir bien, pues una de nuestras amigas salió como tantas otras personas ha celebrar no se sabe qué, simplemente a celebrar. La noche transcurría con normalidad, las bebidas se seguían una tras otra, sin control apenas, nublándole la mente, sacando de ella una parte que apenas conocía, su parte melancólica, la parte que echaba de menos a la parte que le faltaba: su novia. Bebida tras bebida, canción tras canción, la melancolía se apoderaba de su mente, la empujaba hacia la tristeza y la rabia, por tener que ocultarse, por tener que ocultar lo que sentía, lo que ella en realidad era, pues el mundo quizá no estaba tan preparado como quiere hacer ver.

La noche llegaba ya a su fin, el sol estaba apunto de salir por el horizonte, y lo que empezó siendo un gesto amable por parte de un amigo hacia nuestra desconsolada y melancólica amiga, terminó en una confusión, en una equivocación, en el error que costaría el respeto, el cariño, el amor, la relación tan especial que ambas compartían. Pues tan solo un simple beso, provocado por la combinación del alcohol, la tristeza, la melancolía y la debilidad, fue suficiente para terminar, para que aquella tarde cualquiera de primavera se transformara en la última tarde, para que aquel desesperado beso entre las paredes de la intimidad se convirtiera en el último beso, en el último beso de mi amor.

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