Aunque no sea primavera aun...
Frío primaveral
De nuevo nos ves destino, solas en medio de la oscuridad de nuestros caminos, resguardadas tan solo por el querer estar un minuto a solas, tranquilas ante la agitación continua de nuestros quehaceres. Solas en la inmensidad de un universo demasiado complejo para entenderlo, en el cual decidimos dejarnos simplemente llevar, arrastradas por la corriente de la vida.
Y así nos vemos, una tarde más, iluminadas por una débil luz de calle, en nuestra esquina, apartadas por un momento del mundanal ruido, acogidas por la profundidad de la noche, y el frío primaveral que hace temblar irremediable nuestros miembros.
Pero más que rendirme al frío, me rindo a la grata sensación que tu imagen me provoca, la felicidad de escuchar como habla mi eterna amiga, como tu nervio puede con la tranquilidad de la noche, como mi pasividad de algún modo te tranquiliza. Por un inacabable instante de este pedazo de paraíso merece la pena que se tornen moradas nuestras manos, por un pedacito de cielo interminable. Ojalá estos momentos salieran de lo sensible, para no sentir como los segundos corren inexorables al paso del tiempo, para no sentir tu partida, para no sentir la incertidumbre de no saber si mañana tal vez te pueda volver a ver. Que grato seria eternizar estos momentos en mi memoria, pensar que todo el mundo se reduce al encuentro entre tu y yo, pero ¿qué sería de nosotras, de nuestra amistad, sin los silencios vacíos de días y días sin contacto alguno?, ¿sin esos espacios de reflexión individual?, ¿sin la incertidumbre del mañana?
Tal vez sea egoísta al querer acaparar esos instantes en que tan solo eres mía y de la noche cerrada, pero pasaría mil inviernos invernales antes de perderme esos anocheceres casi fugaces con tu presencia de mi lado.
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