Duérmete
Una noche calurosa, ardiente como ninguna, efecto seguramente del calentamiento global, y ya puestos corporal. Sobran las mantas, las sábanas, la ropa, la piel… Y tan solo queda un minúsculo pedacito de tela, una mezcla de tejidos que cubre aquella parte tan interesantemente ardiente de la mujer… Y ella se revuelve en la cama, se confunde en un fondo de sudor y calor, se mueve de arriba a abajo, asfixiada en ese ardor externamente interno.
Se toca, se toca con ansiedad para sacudirse ese calor, ese sudor que ya le cubre todo el cuerpo… y se acaricia, a falta de amante, se acaricia con férvido cariño ese pedacito de tela, rojo pasión, rojo sangre, rojo peligro… y le sobra, le sobra ese prenda íntima que la separa del origen de su humedad, que la puede llevar al clímax en esta noche tan ardientemente infernal… Y se cuela, se cuela en ella misma, con su mano entre la tela y su propia piel, y nota como sus pupilas se dilatan, sus piernas se dilatan, su humedad se dilata… Todo corre, la mano corre en su centro, se corre… Se deja envolver por esa sensación de vértigo, de estremecimiento, que le sube desde la punta de los pies hasta su propia mano, aprisionada ahora por dos paredes latientes, acaloradas y húmedas… Y se acaba… la noche se acaba… el calor se acaba… el orgasmo se acaba… y se duerme… duérmete entre sábanas arrugadas y con esa tela roja cubriendo(te) el paraíso…
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