Esperando(te)
Días de distancia
Ni el sol ni los pájaros me despiertan ya por las mañanas en mi abarrotada ciudad, pues son Enya y su Day without rain los que vibran cerca de mi oído para anunciarme que el amanecer clarea en el exterior de mi sombría habitación. Un segundo antes de ubicarme en espacio y tiempo, la fantasía abraza mi mente, pensando en que si me diese la vuelta, quizá encontraría tu cuerpo cerca del mío, dándome ese calor que tanto extraño. Pero las fantasías, fantasías son, y como todos lo días, la rutina llama con insistencia a mis adormilados músculos.
Tras un desayuno escaso y una mirada rápida en el espejo, el frío de la mañana termina por despertar las pocas partes de mi cuerpo que seguían adormiladas. Un coche me recoge en la puerta de mi casa, para llevarme a aquel edificio lleno de estudiantes como yo, para escuchar las mil y una filosofadas, e intentar aprender algo de provecho. La mañana transcurre como tantas otras, con pequeños delirios transitorios que me llevan a pensarte, para finalizar con otro viaje entre masas metálicas y ruedas de caucho.
La tarde comienza tras una comida rápida, a penas un suspiro de tranquilidad entre el estrés diario. Rodeada de niños, no puedo más que preguntarme como sería verte con un pequeño en brazos, dándole ese amor de madre que debes llevar dentro. Más de nuevo mi mente se ha disparado en esa vorágine de fantasía y realidad, causada por esa ausencia y distancia que se interpone entre ambas…
Días de distancia, días de ausencia que parece inagotable… Una espera que ansío que termine pronto, pues la verdad más cierta que flota en mi mente día tras día es la de vivir contigo esa historia que no pudo ser vivida.
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