Con el calor del verano
Bueno queridas y queridos, hoy es un día de esos en que realmente hace bastante calor, cosas que tiene el agosto en el hemisferio norte. Así pues, he rescatado una de esas historias que parece que tan solo pueden pasar en verano. Aquí la dejo, y a disfrutarla.
Tras el oscuro cristal
Y así como surgen los antiguos dioses del Olimpo, de la nada y del todo, surgía tu cuerpo húmedo de las aguas, en un caluroso día de verano de años atrás, como una gloriosa imagen eterna en mi memoria. Tus rubios cabellos resplandecían a la luz del sol de mediodía, contrastando con tu blanca piel cubierta de resbaladizas gotas de agua cristalina. Allí, en aquella piscina de barrio, rodeadas de una infinitud de adolescentes agitados y risueños, allí estabas tú, ante mis ojos escondidos tras el oscuro cristal. No se si era deseo o admiración lo que mis ojos querían rebelar al mundo, pero en ese preciso momento, todo quedaba oculto, incluso a mi inocente pensamiento.
Por eso mismo huí, necesitaba alejarme ante el alarmante calor que desprendía tu figura, ese fuego que me recorría de principio a fin, la llamada del deseo. Me quise esconder del sol, de la gente, de todo, y la ducha del vestuario fue el refugio que me acogió en aquel momento de desesperación. El agua que me recorría el cuerpo parecía salida del mismo infierno, no bastaba para calmar mis inquietas entrañas, nada bastaba para borrarte de mi mente. Pero allí estabas tú de nuevo, envuelta en una toalla mientras yo salía de mi frustrado baño. Allí, resplandeciente como siempre, con una sonrisa en los ojos. No recuerdo que palabras pronunciaste con tus rosados labios, no recuerdo que me preguntaste, tan solo pude mirar, atónita, como te desprendías de aquellos fragmentos de ropa que apenas cubrían tu desnudez, como te disponías a humedecerte aún más, como tu delicado cuerpo se movía al compás de tu cabello, como te alejaste despacio de mi. El rubor me cubrió el rostro, apenas supe porqué en aquel entonces, ante esa fotografía que perdura en mi memoria, dónde aparece tu desnudo cuerpo, con su blanca piel bañada en la luz del mediodía, como un fantasma del pasado en el presente, en mi día a día, como uno de mis interminables sueños con un millón de posibles finales después de una eternidad sin verte.
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