Curioso elemento el tiempo...
Bien, despues de compartir con vosotr@s, queridas y queridos lectoras y lectores, curios@s y navegador@s de la red, uno de mis grandes relatos, vamos a dejarnos de sueños, y de enajenaciones mentales transitorias, y volveremos a los clásicos de siempre, claro está, cuando mi musa me lo permita. Por el momento en el día de hoy, tan especial para un@s (en el que me incluyo) y tan corriente para otr@s, quiero compartir con vosotr@s un pequeño relato de hace unos días, y un pequeño fragmento de un libro, que mucha relación entre ellos no tendran, pero al fin y al cabo, tod@s y todo esta interrelacionado en este mundo. Espero que lo disfruteis.
Síndrome de Estocolmo
Se que llevas días observándome desde la oscuridad de las esquinas, analizando con enfermiza exactitud cada uno de mis movimientos, que parece que a cada paso que doy las huellas que pueda dejar son recogidas por ti como si de tesoros se tratara, pues estás ahí, al acecho como la fiera que quiere cazar a su presa. Exactamente no sé cuanto tiempo me llevas persiguiendo, observando expectante los acontecimientos de mi rutinaria vida, pero percibo en tus miradas de soslayo y en tus pasos apresurados por no perderme que el momento está al caer.
Efectivamente, ya no has resistido más, pocos días has dejado pasar desde que advertí tu presencia para hacerte conmigo, en un rápido movimiento apenas perceptible por este mundo tan estresadamente egoísta, pues nadie se ha dado cuenta de que me has agarrado con demasiada fuerza como para ser un conocido, pero no se si te habrás dado cuenta que mi resistencia a tu ataque a sido casi nula, pues en tus ojos no había ira o reflejo alguno de desequilibrio mental, sino estudiada i calculada tranquilidad.
Me has metido en una especie de furgoneta, con violenta delicadeza, apenas atada por un par de cuerdas, y no parece sorprenderte el hecho que yo no esté ni gritando ni intentando escaparme de tu secuestro. No sé donde pretendes llevarme, pues conduces apresuradamente, tomando curvas y más curvas, caminos y senderos que terminan por desorientarme, aunque no se si me he perdido física o emocionalmente.
Por fin detienes el vehículo, te giras hacia mí con el semblante tranquilo, casi dibujando una sonrisa de placer, iluminado por una belleza femeninamente angelical que no parece digna de una secuestradora.
No puedo más que embelesarme con tu mirada, pues a pesar de la rareza de la situación, de la anormalidad del asunto, me atraes de la misma manera que una polilla se siente atraída por la luz que seguro puede quemarla. No sabría decir en que momento comenzó, pues no sé cuando fui consciente de tus intenciones ni de las mías propias, pero el corazón tiene razones que la razón no entiende, i tu mirada, tu cuerpo, tus manos, tus besos, tus caricias, mis deseos, mis suspiros, mis gemidos, mi éxtasi, mi paz no son razonablemente razonables, pues mi razón no las entiende. Será, entonces, que razonablemente me has provocado un Síndrome de Estocolmo.
No poder evitar la comunicación de algo nos obliga a una continua elección entre las diferentes valoraciones que realizamos de las conductas ajenas. En ocasiones resulta de todo ello una comunicación sorprendentemente espontánea y fluida entre personas que apenas acaban de conocerse. Mientras que, en otras, la conversación se convierte en una especie de ritual desangelado y distante que no logra avivar el cortés esfuerzo de las personas por superar, con sus gestos y palabras, el invisible muro que las separa.
Una educación para el dialogo. Jose M. Asensio
26.10.03 Seguimos aquí
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LiTa -
Te keu!