Leyendas
Es sabido que las leyendas, mitos y demás son parte de la cultura de cada pueblo, recogida normalmente con el resto de elementos que configuran lo que se conoce como folklore. Estas normalmente mezclan realidades con ficciones, las cuales van diluyéndose con el paso del tiempo, y al final ya no se sabe qué es realidad y qué es ficción. Así pues, aquí os dejo, queridas y queridos viajer@s, un relato en tono de leyenda, dónde la realidad y ficción son separas por una delgada línia.
La Reina de la Noche
Cuenta la leyenda que en las noches en que la luna desaparece, la denominada Luna Nueva, se libera de su prisión la Reina de la noche. Esto sucede así, dicen, debido a que este ser tan solo puede liberar todo su poder cuando no hay más luminosidad que las de las estrellas del firmamento, ya que sino podría verse herida por la luz del Sol que se refleja en la Luna. Pocos son los que la han visto, de los cuales algunos incluso se han visto petrificados por su belleza y sus poderes, cuenta la historia, y aunque la leyenda, con el paso del tiempo, ha sido modificada, exagerada y mitificada, como pasa con la mayoría de las leyendas, historias y elementos del folklore, ha perdurado en el tiempo y el espacio. De la misma manera que con el hombre del saco, el coco y otros seres mágicos, la leyenda de la Reina de la noche, se ha convertido ya en un elemento más para asustar a los niños traviesos y maleducados. Pero a pesar de ello, de la desfiguración de este ser para convertirlo en un ente oscuro, malvado y cruel, en verdad no es así, y lo se porque yo la vi, yo sobreviví a la maldad que la leyenda le atribuye, incluso yo llegué a enamorarme de ella.
Sucedió ya hace mucho tiempo, tanto que apenas puedo contabilizarlo. Era una noche de invierno, gélida y oscura, en que me perdí por el bosque cercano a la villa en la que vivía a mis 19 años de edad. No recuerdo porque salí aquella noche, y por mucho que quisiera tampoco podría recordarlo, ya que lo único que perdura en mi memoria de aquella noche es la figura de aquella mujer, salida de la misma oscuridad de la noche. En un claro del bosque apareció mágicamente, con un vestido completamente negro, largo, que se arrastraba serpenteante por el frío suelo, cubriendo una figura delgada, de piel blanca como la nieve, con una melena oscura que le cubría los hombros y parte del rostro. Le encontré parecido a la mujer de la familia Adams, Morticia, y pensé que aquel nombre no le hubiera sentado nada mal, ya que en la manera en que tenía que ser la Muerte. No pude hacer nada más que dejarme hipnotizar por aquellos brillantes y completamente negros ojos, que, a pesar de ser distantes a mi mirada, hacían temblar mi cuerpo, no se si por el miedo o por la impresión que aquella mujer me causaba, ya que no había visto nunca algo tan bello y a la vez tan escalofriante.
Y allí, en medio de la noche e hipnotizada por aquellos dos ojos que se me clavaban como puñales en mi frágil corazón, me di cuenta de que el temblor, la sensación de que me faltaba el aire para respirar y las ganas de caer rendida a sus pies, no podían significar más que un enloquecido y ilógico amor, se había apoderado de mi alma. Y al escuchar su melosa y aterciopelada voz cantando todas mis sospechas quedaron confirmadas: cupido me había lanzada una flecha envenenada de ese sentimiento maldito. No se si me arrebataron sus ojos, su figura, si fue parte de un hechizo o si simplemente me enamoré por propia iniciativa, pero me encontré allí perdida ante la mujer más seductora que yo haya podido conocer, iluminada tan solo por las estrellas, las cuales parecía que brillaban más en su presencia, abandonada a la deriva e inevitablemente arrastrada hacia ella, sin poder poner ningún tipo de resistencia.
No pude apreciar nada de lo que la leyenda contaba sobre ese ser; no vi crueldad, no vi maldad, no vi más que la oscuridad de su atuendo, porque aunque parezca increíble, ella despertaba en mi calor, fuego que me quemaba por dentro y me consumía de manera inexplicable.
Numerosas fueron las noches de luna nueva que acudí al mismo lugar, con la esperanza de volver a verla, incontables las horas que esperé paciente a que apareciera de la oscuridad de la noche, interminables las noches en que no aparecía y fugaces las que reaparecía con la mirada perdida en el lucero, buscando algo que al parecer no se encontraba allí. Nunca conseguí acercarme más a ella, sin poder descifrar lo que su canto significaba, sin poder consumir lo que ardía en mi interior por ella, por miedo a romper el encanto de aquel sueño hecho realidad.
La leyenda sigue y sigue inexorable en el tiempo, cada vez más deformada e inverosímil. Muchos son los que la culpan por las desgracias que sin duda ella no ha causado, porque yo se que aquel ser solitario no podría nunca hacer nada malvado, yo se que en el fondo de aquellos ojos negros se alberga una alma atormentada por la hinchada historia de su vida, yo vi en ella calidez e incomprensión, yo vi a la Reina de la noche, a mi solitaria Reina, el deseo inalcanzable, y sin embargo inagotable, de mis noches de Luna Nueva.
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